Por Leidys Mena-Valderrama[1]
Cuando era adolescente ingresé a la universidad y me causó curiosidad que las compañeras blancas me exigieran que les presentara a los compañeros negros con los que interactuaba. En la universidad hice parte del proceso de creación de un colectivo de estudiantes afrodescendientes, sus integrantes eran mi círculo cercano, así que mis compañeras veían un ramillete de personas negras conmigo con frecuencia. Sin embargo, ellas sólo se interesaban por los hombres. La primera pregunta me tomó por sorpresa, mi compañera me dijo “¿por qué no me presentas a tus amigos negros?”, yo la miré y no le respondí, pero en mi mente me dije, ¿por qué le tengo que presentar a los hombres negros con los que interactúo en la universidad?; recuerdo que esa pregunta en ellas era muy constante. Cada que veían que algún hombre negro de la universidad me saludaba, inmediatamente me decían “preséntamelo”. Un día, una de ellas fue más allá y me dijo “preséntamelo, yo nunca he estado con un negro”.
Para ese momento ya había estudiado y entendido que la racialización jerarquiza a las personas, poniendo a gente negra en inferioridad con relación a los blancos y mestizos. La raza es una tachadura que recae sobre las personas negras como una cicatriz. Como lo argumenta Toni Morriso (2019), la raza, como una invención de las personas blancas y mestizas, desde la perspectiva de estas personas, la raza da valor y sentido a sus vidas, pues los posiciona en un nivel de superioridad. De esa manera, consideran que tienen el derecho de exigir a las personas negras explicaciones sobre su existencia. En ocasiones viéndolas como piezas de diversión y objetos de investigación.
Recientemente tomé un vuelo, y compartí asiento con una mujer blanca, cuyas primeras palabras al verme fueron “¿te has acostado con hombres negros, es verdad que ellos la tienen grande?”, volví a guardar silencio, mientras en mi mente decía “en serio, tú le haces ese tipo de preguntas a una persona que no conoces, que acabas de ver por primera vez”. Pensé que al notar mi silencio ella se detendría, pero no, continuó hablándome de sus prácticas sexuales con los hombres negros, haciendo referencia que le habían tocado hombres negros con el pene grande. De acuerdo con lo expresado por mi infortunada compañera de asiento, ella y sus amigas blancas no quedaban satisfechas del todo porque en su experiencia los hombres negros sí tenían un pene grande pero solo se concentraban en el coito y no en el juego previo, y que por esa razón ellas únicamente los veían como amantes. El vuelo duró media hora y ella estuvo hablándome de lo mismo durante todo el trayecto mientras yo guardaba silencio.
Recuerdo también que las compañeras me preguntaban si yo sabía peinar, y me pedían que les hiciera trenzas. En otras ocasiones me indagaban sobre si era cierto que las mujeres negras todas son nalgonas. Estar con ellas me producía un cansancio terrible porque siempre me estaban cuestionando y pidiendo cosas. Estoy segura de que buscaban reafirmar los estereotipos que tenían sobre las personas negras. A pesar de que todos somos víctimas de los estereotipos, yo nunca les preguntaba si era cierto que los paisas eran “tramposos”, no les pedí que me enseñaran a fumar marihuana o que me explicaran cosas sobre sus vidas, yo nunca entré en la dinámica de “confirmar estereotipos”. Ellas por el contrario me demandaban constantemente para explicarles y/o hacer cosas que según ellas eran propias de mi comunidad. Parecía que no entendían que los estereotipos son cárceles en donde estamos prisioneros los sujetos sobre quienes se construyen esos imaginarios y las personas que los creen.
Pensaba en que sí en realidad les interesara aprender sobre nuestra cultura e historia, por qué no leían, o iban a los espacios y colectivos afrodescendientes para escuchar las discusiones y aprender. Pero eso no pasa porque las personas blancas suelen creer que el racismo o la esclavitud no es asunto que tenga que ver con ellos (Eddo-Lodge, 2021), y están muy equivocados, porque la trata transatlántica tiene todo que ver con ellos, pues fue la base para construir las sociedades en las que vivimos hoy día en donde la gente blanca y mestiza tiene los mayores privilegios. Este no es un asunto del pasado. El racismo persiste, y se disfraza en la cotidianidad con prácticas como las de mis compañeras. La trata transatlántica sigue teniendo severas consecuencias en la vida de las personas negras, por lo que las personas que no lo son deben empezar a asumir su responsabilidad para poner fin esas dinámicas racistas y dejar de asumirnos inferiores o exóticos.
Referencias bibliográficas
Morrison, Toni. 2019. El origen de los otros. Peguin Random House Grupo Editorial.
Eddo-Lodge, Reni. 2021. Por qué no hablo con personas blancas sobre racismo. Ediciones Península. Barcelona.
[1] Socióloga, etnoeducadora, magíster en estudios culturales, activista e intelectual negra feminista disidente.
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