Ana Mercedes Sarria Palacio*
Muchas veces escuché cuando el alumno está listo, aparece el maestro. Así me sucedió. Se llega a un momento en la vida en el que uno reflexiona sobre las bases de las creencias y los pensamientos que uno ha cultivado. En ese camino, esto tuvo que ver con el reconocimiento de mi propia voz. Entonces, se presentó la oportunidad de investigar acerca de mujeres líderes y activistas sociales y políticas. A medida que iba conociendo la vida de ellas fui aprendiendo la importancia de reconocer mi propia voz. Una de ellas pronunció una frase que aún resuena en mí: “hay que reconocer que la cultura del Pacífico se organiza desde el útero.” Sobre esta frase quiero conversar.
El útero es un órgano intrínsecamente de la mujer, relacionado con hormonas, los hijos, la vida y la familia. Sin embargo, no entiendo en qué momento de la historia se vinculó también con la histeria y la debilidad, y cómo esto debilitó la contribución de la mujer a la sociedad.
Cuando leí sobre la mujer negra desde la perspectiva de Angela Davis, sentí la necesidad imperiosa de expresar y compartir que, tal como afirmó Chimamanda Ngozi Adichie, en su libro “El peligro de la historia única”, la historia se ha contado desde una versión, en la cual la mujer negra es discriminada por su condición de mujer y su lugar histórico de descendencia. Confirmé lo esencial de reflexionar sobre las estructuras y mis propias creencias, empezar a considerarme producto de la capacidad organizativa de las mujeres y el rol multidimensional de nuestros ancestras.
Conocí a través de la lectura a mujeres como Sojourner Truth (1797-1883) e Ida B. Wells (1862-1931). Su lucha fue contra la opresión durante la esclavización y la postesclavitud. También descubrí el liderazgo en el movimiento por los derechos civiles de Rosa Parks, Fannie Lou Hamer y Ella Baker, y el feminismo negro con figuras como Bell Hooks (1952-2021) y Audre Lorde, así como Lélia González (1935-1994). Podría continuar con una extensa lista de mujeres negras que han alimentado la pasión de su corazón para luchar por la esencia de la vida misma.
Al igual que ellas, hay otras más próximas a mí, como Ana Hidalgo, Zulia Mena, Rosa Ruiz, Rosmira Valencia, Gloria Garcés, Basilisa Palacio y muchas más. Ellas han sido parte de una narrativa poco difundida en Colombia: mujeres que no han aceptado la situación en sus territorios y que, a través de movimientos sociales y organizaciones, han buscado soluciones ante la marginación del Chocó y de la población negra[1]
He empezado a entender de manera distinta la potencia del útero, el poder que históricamente la mujer ha arrebatado, el papel que ha desempeñado en la transmisión cultural, la espiritualidad y la construcción del territorio. Y es desde allí que las mujeres desde los espacios íntimos y a través del susurro han sido dueñas de ideas y estrategias que compartieron con sus hombres para que las ejecutaran, pero su función quedó en el anonimato. Cosa que ha cambiado, ahora están desde los espacios públicos.
En esa intimidad familiar, la mujer afrodescendiente, representada en las matronas se reconoce como una figura central en la construcción y preservación de la identidad y cultura de la región. A través de su liderazgo, resistencia, transmisión cultural y espiritualidad, ha sido una defensora inquebrantable de su comunidad, y es allí donde probablemente el útero encuentra relación con el territorio, en la familia extendida, en el trabajo comunitario, el fuerte espíritu de solidaridad y unión.
En el pacífico, el hambre se mitiga con el pan compartido, y recobra gran importancia la figura del vecino, de la comadre y como dice Soler y Mena, también con el amigo y el forastero. Si hablamos de comida, la mujer es protagonista, porque desde el servicio y el cuidado es la que normaliza ese tejido de oportunidades y soporte entre las familias.
Y me pregunto, si es la mujer la que desde su quehacer organiza el territorio, porqué esta región presenta los desafíos que tiene. Si ella desde sus perspectivas únicas podría haber construido mejores sociedades y una de las respuestas podría ser que finalmente la mujer negra también fue sometida a las estructuras patriarcales y hasta hace poco empezó a recordar esa conciencia de resistencia y liderazgo que por herencia hay en ellas.
**Ingeniera Ambiental, Magister en Planificación Urbana y Regional, Doctora en Ciencias de la Educación, Doctoranda en Estudios de Desarrollo y Territorio, Docente investigadora de la Universidad Tecnológica del Chocó. ha desempeñado funciones de coordinación del programa de ingeniería ambiental, actualmente coordina el programa de maestría en Ingeniería. Ha mostrado interés por investigar y escribir en temas relacionados con la educación y las mujeres. Por lo cual, ha realizado publicaciones sobre el modelo de formación dual del ingeniero, estrategias didácticas para el entrenamiento de la inteligencia emocional en el proceso de formación del ingeniero, el impacto de las habilidades emocionales de la mujer en la ingeniería que actúa como educadora, y el modelo de formación en pedagogía urbana para el ingeniero ambiental.
@amspalacio
https://orcid.org/0000-0002-1372-605X
https://www.linkedin.com/in/ana-mercedes-sarria-palacio-0893b474/
[1] Del “Andariega y Luchadora. Narrativas de resistencia de lideresas sociales del Chocó” por S. Soler y M. Mena (2022), 1a ed. — Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
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