María Isabel Hurtado es una lideresa bonaverense, hija de padres caucanos desplazados por la violencia. Sus abuelos fueron los primeros fundadores de la calle Buenos Aires II, en Buenaventura, lugar donde actualmente reside y donde fundó el Club de Lectura Mariposas de Amor. Un entorno protector para niños, niñas, madres cabezas de hogar y víctimas de violencia basada en género. Este club es una incubadora de sueños desde donde estas personas intentan desconectarse de la realidad para permitirse soñar a través de la literatura, para imaginarse futuros distintos, seguros e inclusivos.
Esta iniciativa promovida por María Isabel nace desde su experiencia y la de su familia. Para ella, Buenos Aires II y Buenaventura, “siempre fue zona de conflicto”. Durante su infancia, vivió en medio de esta guerra, tenía que esconderse debajo de la cama, no hacer ruido y estar con la mirada agachada.
Con esta iniciativa, María Isabel busca proteger de la guerra las bases del tejido social bonaverense, promover una transformación social para que niños y niñas puedan pensarse futuros distintos, tal y como ella lo hizo.
Sin embargo, a inicios de este año, debido a combates urbanos entre bandas criminales, tuvo que cerrar el club por un tiempo que, ni siquiera en pandemia y en cuarentena había cerrado, pues prestaban sus servicios vía telefónica.
En Buenaventura, como en muchos otros territorios donde habitan comunidades negras, la seguridad y la vida de estas personas pareciera no ser una prioridad para los gobiernos locales, regionales y nacionales. La militarización termina por aumentar los niveles de violencia, de desconfianza y por afectar el tejido social o el desarrollo de iniciativas comunitarias como el Club de Lectura Mariposas de Amor.
En esta sesión de Visión Afro: Historias Sonoras, conversamos con María Isabel Hurtado y Katherin Gil sobre lo que significa para las personas negras, raizales, palenqueras y afrodescendientes enfrentarse a varias pandemias al mismo tiempo. Porque no es solo el COVID-19, es el abandono, la desprotección, la invisibilización y la falta de garantías para la vida digna de estas personas y comunidades.
En estos contextos, la violencia cotidiana, la violencia estructural, las violencias basadas en género, el racismo y la presencia de bandas criminales y, en algunos casos, de actores armados, lleva a que se produzcan mayores afectaciones y daños individuales, comunitarios y colectivos. Claro está, teniendo en cuenta que tiene ciertos impactos para algunos individuos y grupos humanos.
Para muchas personas, la pandemia resultó ser la menor de las preocupaciones. En general, el 2020 dio paso a un incremento de distintas modalidades de violencia. De acuerdo con Indepaz, hubo 91 masacres, 310 líderes, lideresas y defensores de derechos humanos asesinados y 64 firmantes del acuerdo de paz, excombatientes FARC asesinados en 2020. Presenciamos actos de violencia institucional patriarcal y racista contra niñas indígenas, mujeres trans y jóvenes negros.
El 2021 se inauguró con una ola de violencia que mantuvo a Buenaventura por más de un mes en un combate urbano entre bandas criminales.
Una coproducción entre Dejusticia, el Centro de Estudios Afrodiaspóricos, Ceaf, y 070.
Ilustración: Yeraldina Márquez
Moderación: Marilúz Barragán